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El Testamento del Paisa
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13 June, 2007

EL SEXO SEGUN TOLA Y MARUJA


Por:Tola y Maruja 2007 ©

- Oítes, Tola, vos y yo que casi nunca hablamos de aquello.

- Es que de aquello no se habla, Maruja.Nosotras fuimos criadas en una época en que no se hablaba de aquello.

- Muy cierto. A nosotras nos educaron sin mencionar nunca las partes nobles. Me acuerdo de una fuetera que me pegó mi amá porque yo una vez dije en el desayuno: amá, me salió un pelo en la arepa.


- Menos mal que no dijites que en la panocha.


- Y me acuerdo cuando me vino la primera mestruación. ¡Santo sagrario! Qué susto, Tola. Cuando me vi esa mancha roja en los calzones pensé que me había herido. Y me quedé callaíta, porque si le contaba a mi amá ella iba a creer que había estado montando a pelo en caballo.


- Yo también, cuando me vino por primera vez la regla. Entre otras cosas, Maruja, ¿por qué le dirán regla?

- Porque con eso se mide que una ya es señorita.


- Casi me muero del miedo. Pegué carrera a untame mertiolate porque creí que me había rajao en el mataculín.

- Y no existían las tales toballas sanitarias y nos tocaba ponenos cualesquier estropajo.

- Enteramente te digo, Maruja, que la educación sesual de nosotras fueron los chistes verdes de Cosiaca.

- Y las adivinanzas. ¿Te acordás de esa quizque: qué es una cosa cuadrada, peluda y rajada?


- Claro: la ruana. Es que uno recibía la educación sesual con dichos. Si uno estaba por ejemplo jugando con un primo y él le ponía a uno una llave por detrás y le arrimaba sin querer el negocio, ahí mismo decía algún adulto mal pensao: entre primos y parientes son los besos más ardientes.

- O si uno estaba jugando de manos con un muchacho, ahí mismo gritaba alguno: juego de manos, mano al banano.

- También decían una canción: así fue que empezaron papá y mamá y ya somos catorce y esperan más.


- Práticamente uno recibía la educación sesual de las primas, que eran más atembadas que uno. Por ejemplo, mi prima Eumelia me esplicó una vez cómo saber si una mujer ya no era señorita.


- ¿Cómo?

- Caminaba garetas.


- Y a mí me dijeron que eso se sabía en la cañita de la mano, en los dos tendones que salen de la mano: si estaban muy abiertos, adiós virginidá.


- Antes había decencia, Maruja. Cuando en la escuela nos daban tarde deportiva y nos llevaban a una manga con quebrada, mi amá me alvertía que no me bañara en el mismo charco de los muchachos que porque podía quedar en embarazo.

- Y a mí me tenían prohibido bailar. Mi amá decía que el baile no era para señoritas, que los hombres aprovechaban para abejorriar y hacer propuestas.


- Muy cierto, Maruja. Yo me acuerdo de un baile al que me dejaron ir porque iba con una tía y el esposo. Era unas vísperas de matrimonio y había música de cuerda. Entonces en un descuido de mi tía, me sacó a bailar don Delfín, el marido de mi tía. Y aprovechando la oscuridá, porque estábamos en el campo y la luz era con lámpara de caperuza, este viejo empezó a macizame y a decime que yo estaba muy bonita.

- ¡Qué oscuridá!

- Y me hizo bailar tres piezas seguidas, apretándome como bulto en enjalma y diciéndome que qué rico perdenos los dos solitos pal rastrojo a hacer groserías. Hasta que me le planté y le dije: don Delfín, yo sigo bailando con vusté, pero si se pasa la linterna pal bolsillo de atrás.


- El baile era muy peligroso, Tola. En mi familia solamente bailaban bolero las casadas, y eso que con los maridos. A mí cuando me dejaban bailar tenían que ser ritmos que se bailaran despegao: contradanza, casachó, mapalé.

- Nos tocó una época muy inocente, Maruja. Cuando yo me cuadré de novia con Ananías, que me acuerdo que me pidió la arrimada en una salida de misa, primero me hacía la visita por la ventana, después en la puerta, después lo ascendió mi amá al zaguán y el premio mayor fue dejalo dentrar a la sala.


- Ya en la sala era pedir la mano.


- Pero la visita en la sala era con candelero, con mi amá aplastada en el mueble en medio de Ananías y yo. Y se hacía la desentendida bordando, pero mentiras que era pendiente de todo.

- ¿Y cuándo te cogió la mano Ananías?


- ¡Uf!, al mucho tiempo de estar conversando, que me maluquié y él me cogió la mano pa medime el pulso.


- ¿Y te acordás del primer beso?


- Nunca se me olvida: fue al mes y punta de casaos. Es que Ananías nada que me daba un pico y yo no me atrevía a besuquialo porque él mantenía el cigarrillo en la boca. Hasta que me resolví y lo besé: aquí tengo la cicatriz del quemón.

- Yo pensaba, Tola, que esa cicatriz era que te habían dao fuegos.


- Éramos muy bobas, Maruja, y llegábamos al matrimonio sin saber de la misa la media.

- No me hagás acordar, Tola bendita, de mi noche de bodas. ¡Qué desastre! Como era pecao que lo vieran a uno en pelota, yo no le dejé prender la luz a Tista y el pobre se me vino a tientas y se dio un golpe el macho en la baranda de la cama, en plena espinilla. Entonces del dolor y la rabia no se le cosiampiró el.... cómo te dijera... la herramienta. Y no pudimos hacer aquello.


- En cambio a mí me fue peor, Maruja: cuando Ananías me pretendía era muy tomatrago, pero medio se compuso en el noviazgo porque mi amá siempre lo revisaba cuando llegaba a haceme visita. Mi amá se le paraba al frente y le decía: Ananías, hágame el favor y me sopla un ojo.


- ¿Entonces se regeneró pa casase?

- Muy juicioso mientras estuvimos de novios. O muy solapao, porque en la fiesta del matrimonio se le abrió el guargüero y bogó como macho asoliao. Y bien borracho bregó a dentrame cargada a la pieza y me dejó caer y me fraturé el huesito de la alegría. Entonces me tuvieron que enyesar la cadera y parte de la horqueta.


- ¿O sea que tuvieron que aplazar aquello?


- Hasta que me quitaron el yeso y ahí sí pudimos consumar.

- ¿Y qué sentites?


- Nada del otro mundo, Maruja. Ananías se me montó encima y empezó a pujar como un asmático y al ratico aceleró y hacía morisquetas y bizcos.


- ¿Y cómo vites en la oscuridá?


-Yo mantengo una veladora prendida a San Nicolás de Tolentino en el nochero. Entonces se me desmadejó encima y enseguida se paró.


- ¿Quién?

- Ananías. Se paró y prendió un cigarrillo y salió.


- ¿No te dio ni las gracias?


- Me dijo: mi Dios le pague, mija. Y yo le contesté: amén pa las ánimas, mijo. ¿Y vos, Maruja, qué sentites la primera vez?

- Lo que te diga es mentira, Tola. Yo me había tomao una pastilla pa los nervios y eso me embotó la cabeza y medio sentí que Tista se trepó encima y resopló y al momentico se bajó, prendió el foco y se sentó en la cama a leer El Colombiano. Yo me quedé recostada mirando pal techo y descubrí una gotera y me levanté y puse a remojar los frisoles.


- ¿Entonces vos toda la vida hicites aquello con la luz apagada?

- Sí, Tola. Por recato y por otra cosa que no le he contao a nadie y que no saben sino los médicos que me han revisao.


- ¿Qué, Maruja?


- Te voy a contar, pero jurame, Tola, que no vas a contar.

- Palabra pa mi Dios.


- Tengo un lunar gigante, una mancha morada desde el pezón derecho hasta casi el ombligo.Hacé de cuenta el mapa de Rusia, pero vertical.

- No fregués.


- Oites, Tola, ¿y vos también has hecho siempre aquello, vos debajo y tu marido encima?


- Siempre. Una vez, como a los diez años de casada, una amiga me dijo que uno se podía hacer arriba. Entonces le dije a Ananías: Nano, acuéstese un momentico yo pruebo una cosa, y me le monté encima. ¡Virgen del Carmen! Ananías se paró como un resorte y me dijo que qué era eso, que parecía una vagamunda, que lo respetara.


Fuente: eltiempo.terra.com.co

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10 March, 2007

El sistema métrico paisa


Por Mazoblog

Siempre me ha llamado la atención esa serie de códigos que uno a diario utiliza y que le parece muy normal en su uso, sin embargo, cuando uno está con un extranjero es que se da cuenta de que los paisas somos muy raros, porque incluso hasta sistema métrico propio tenemos. La cosa comenzó en las recientes vacaciones, cuando llegué a una reunión de amigos donde estaban homenajeando a un chileno recién llegado y literalmente el hombre quedó gringo cuando nos oyó hablar.
Y como él empezó a dar papaya preguntando qué era una cosa y la otra, entonces ahí­ sí­ que se lo acabó de llevar el que lo trajo (aunque creo que lo trajo un taxi.)En toda la noche el hombre no pudo saber en el sistema métrico decimal normal a cuánto equivalí­a llegar en “par güevazos”, el pobre paciente sólo atinaba a decir un lago: “¿queeeé?”. Y entonces mis amigos le decí­an: “es como ir pitao, pero más borrao”.

Y entonces de ahí­ nació este artí­culo y es verdad, el pobre chilenito no estaba tan mal de la cabeza (algo atulampao, como dicen las mamás, pero nada más). Y el que sea verriondo que tire la primera piedra. ¿A cuánto equivale ir pitao? y ¿acaso eso es menos que ir enverracado?
¿Usted sabe en un velocí­metro qué velocidad es la necesaria para llegar en “par güevazos” y en este sistema métrico paisa cuál es la velocidad máxima que se alcanza, el “par gúevazos” o ir “borrao”?
Y si uno pudiera llevar la discusión a otros estrados, como el Salón de la Justicia de los Superamigos, se podrí­a identificar ¿a qué velocidad vuela Superman? en pura verraca o a mil? y la Mujer Maravilla cómo iba en su jet invisible: ¿al zoco o hací­a como Batman, que siempre iba asao en el batimóvil?
Yo no sé, pero la cosa es medio complicada, porque si uno va “pitao” ¿en qué momento cambia de velocidad para lograr ir al “zoco” y si va al “zoco” cuándo es que uno se borra”y si se borra, entonces llega en “par güevazos” y si se borra más todaví­a, entonces ya es un automan y llega en un ” güevazos”.
Mejor dicho, el que le ponga números a este enredo se gana una volquetada de frunas, porque eso así­ no lo entiende ni el chileno del cuento ni nadie.
Y siguiendo con la historia, el hombre nada que caí­a. Que hablábamos muy raro, decí­a, además que hablábamos muy rápido. El pobre, todo decente él, en medio de una caterva de “garnufias” gozándoselo de lo lindo y el chilenito dando papaya. “Hombre, es que no entendés, ‘par güevazos’ es como ir al zoco, no tanto como ir enverracao, pero sí­ un toque más asao”.
El hombre relacionaba el zoco con el famoso zócalo mexicano, no tení­a ni idea qué era andar enverracao y el asao tampoco le cuadraba y decí­a: “ah, es cuando uno va a invitar a una chica a comer carne asada”. y luego decí­a: “ah, ya sé, es llevar a la chica a un hostal” y más nos reí­amos y le decí­amos que sí­, que si uno tení­a mucho afan de llegar… pues al hostal, como le dice al motel, uno sí­ podrí­a ir “asao”, al “zoco” o enverracao, pero no necesariamente. Lo mejor es que el sistema métrico paisa no se queda en cuestiones longitudinales, también se extiente a las medidas de peso.
Por ejemplo, ¿a cuánto equivale echarle un pitico de azúcar al café? o ¿cuántos kilos son necesarios para que eso no lo levante ni Mandrake?, y en caso de que Mandrake pueda, ¿cuántos kilos más son necesarios para que eso no lo levante ni el verraco (y eso que el verraco que yo conozco siempre es forzudito)?
Pueda ser que algún dí­a exportemos este sistema métrico, como lo hicieron otras culturas hace tiempos, porque me parece que es mucho más divertido y creativo que los frí­os números, además se presta para gozarse a cualquiera que dé papaya.


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