La reforma y la apertura de mercados de 1978 ha cambiado profundamente al país, pero, políticamente, el Partido Comunista no suelta la rienda. EL TIEMPO visitó el 'gigante asiático'.
A China le quedan 20 años para que su sistema de economía de mercado sea "perfecto". Al menos eso es lo que proclaman los funcionarios de más alto nivel hacia abajo, en el convencimiento de que el timonazo que dio en 1978 el líder Den Xiao Ping fue clave, no solo para mejorar el nivel de vida de sus más de 1.300 millones de habitantes, sino para proyectar al país como la potencia del milenio. O, como dicen ellos, "el más grande país en vía de desarrollo".
Un sistema que desafía a la más ortodoxa teoría del marxismo-leninismo y que defienden como un 'comunismo made in China'. Allí existe mercado abierto, propiedad privada, repartición de ingresos según el trabajo, consumismo y, en suma, capitalismo. Los chinos dejaron de usar el tradicional uniforme caqui, gris o azul (zhongshan) de la época de Mao Zedong, para remplazarlo, por ejemplo, por costosos Armani o prendas Zara. Todo, según sus ingresos.
Esa 'perfección' está en "liberar las razones humanas. Es decir, suplir la necesidad materialista social, en el sentido de que es más importante la necesidad espiritual", dijo a EL TIEMPO y a otros medios latinoamericanos Zhang Lina, subdirectora del Departamento de Reforma del Sistema, que forma parte del Comité de Desarrollo y Reformas de China.
No extraña, por eso, que en la calle Xiushui de Pekín se haya instalado el tradicional mercado de la seda (silk street), que no es más que una descomunal venta de artículos de exclusivas marcas... falsificadas, en el que no regatear es casi un insulto y en el que los turistas llegan en buses y gastan dinero a manos llenas. "Si te piden 1.000 yuanes, ofrece 300", aconsejó una turista española cargada de paquetes, mientras se probaba un collar de supuesta piedra jade.
Pero si en lo económico hubo apertura y reforma liberal, en lo político, el Gobierno y el Partido Comunista siguen manejando con pulso de hierro las riendas del sistema, una ortodoxia que conlleva dificultades en derechos humanos, trato a las minorías étnicas, libertad de expresión, de disentimiento y demás, al menos desde la óptica del ideal de las democracias occidentales.
'Hemos pasado de un sistema cerrado a uno abierto'
"Nuestro país ha experimentado un cambio profundo. Hemos convertido el sistema económico, basado en el modelo de la Unión Soviética, al actual sistema de economía social en el que el mercado juega un rol en la distribución de recursos. Hemos pasado de un sistema cerrado a uno abierto en todos los aspectos. La estructura social ha cambiado", dice Zhang.
Las cifras del cambio son aplastantes. La funcionaria repite de memoria que desde que arrancó la apertura y la reforma de Den, en 1978, la urbanización subió del 17 al 40 por ciento actual; la cantidad de pobres se redujo de 250 a 15 millones; la expectativa de vida aumentó de 68 a 73 años; el ingreso de la población se ha sextuplicado en la ciudad y en el campo, y otros datos descomunales que ponen de presente que la propiedad e iniciativa estatal se pueden mezclar con éxito con la economía de mercado.
La funcionaria no explicó si en la proyección a 50 años estaba que, por ejemplo, Pekín remplazará los viejos barrios por amplias avenidas repletas de autos que arrinconan a los ciclistas, o que la 'locura' de rascacielos de Shanghái la llevará a disputar el honor de ser el 'corazón financiero' de Asia. Lo que sí dejó en claro es que la prosperidad que se evidencia, y que aspiran a que llegue a más habitantes, especialmente rurales, fue disciplinadamente planeada y se debe a la continuidad de las políticas. Algo que, en los devaneos de la democracia occidental, quizás no se hubiera conseguido en apenas 30 años.
"Aprendimos que la práctica está primero que la teoría y debe dirigirla. Que los desarrollos económico y social deben ir de la mano, y que las reformas hay que hacerlas paso a paso, de lo fácil a lo difícil, del campo a la ciudad, diferentes tipos y grados de apertura, y no una reforma radical que quiera solucionarlo todo en breves plazos", reiteró Zhang.
No obstante, hay una sombra que inquieta: la crisis financiera mundial. Los más damnificados han sido sus principales mercados, es decir, Estados Unidos y Europa. Con la globalización, si el mundo baja su consumo, China siente el remezón.
Así lo reconoció el vicecanciller Li Jinzhang: "La crisis va a producir impactos negativos en China, pero estos son limitados y se pueden controlar. Si se tiene en cuenta el gran tamaño de la economía china, nuestra estabilización es un aporte a la salud de la economía mundial".
Sin embargo, el panorama se complica. Del magnífico 11,4 por ciento de crecimiento en el 2007, se podría caer al 8,5 que pronostica el Fondo Monetario Internacional para el 2009. A septiembre de este año había crecido 9,9. La subida de la producción industrial ha sido la más débil en siete años, la inversión extranjera también ha perdido vigor y las exportaciones e importaciones se han desacelerado.
El impacto de la crisis financiera mundial en China es "peor de lo previsto", admitió el jueves el primer ministro Wen Jiabao, cuatro días después del lanzamiento de un plan masivo de estímulo económico de 586 mil millones de dólares que serán invertidos en proyectos de impulso al consumo interno para compensar la caída de la demanda de los países desarrollados.
A pesar de esas cifras envidiables, a China le urge crecer a más del 8 por ciento, según los analistas. De lo contrario, sus proyecciones para los años que vienen, y para el 2028, cuando cumpla 50 años el proyecto de Deng, podrían sufrir serios tropiezos.
En el país hay confianza. Por eso, compran aviones a Brasil, beben vino chileno y cerveza Corona mexicana, pues quieren fomentar el consumo de productos con "valor agregado".
Pero del café colombiano quizás no hablar. El té chino, en todas sus formas, colores y sabores, difícilmente dejará de ser el rey.
Informe por EDUARD SOTO Por invitación del gobierno de la República Popular China
Fotos por Andres Vargas
A China le quedan 20 años para que su sistema de economía de mercado sea "perfecto". Al menos eso es lo que proclaman los funcionarios de más alto nivel hacia abajo, en el convencimiento de que el timonazo que dio en 1978 el líder Den Xiao Ping fue clave, no solo para mejorar el nivel de vida de sus más de 1.300 millones de habitantes, sino para proyectar al país como la potencia del milenio. O, como dicen ellos, "el más grande país en vía de desarrollo".
Un sistema que desafía a la más ortodoxa teoría del marxismo-leninismo y que defienden como un 'comunismo made in China'. Allí existe mercado abierto, propiedad privada, repartición de ingresos según el trabajo, consumismo y, en suma, capitalismo. Los chinos dejaron de usar el tradicional uniforme caqui, gris o azul (zhongshan) de la época de Mao Zedong, para remplazarlo, por ejemplo, por costosos Armani o prendas Zara. Todo, según sus ingresos.
Esa 'perfección' está en "liberar las razones humanas. Es decir, suplir la necesidad materialista social, en el sentido de que es más importante la necesidad espiritual", dijo a EL TIEMPO y a otros medios latinoamericanos Zhang Lina, subdirectora del Departamento de Reforma del Sistema, que forma parte del Comité de Desarrollo y Reformas de China.
No extraña, por eso, que en la calle Xiushui de Pekín se haya instalado el tradicional mercado de la seda (silk street), que no es más que una descomunal venta de artículos de exclusivas marcas... falsificadas, en el que no regatear es casi un insulto y en el que los turistas llegan en buses y gastan dinero a manos llenas. "Si te piden 1.000 yuanes, ofrece 300", aconsejó una turista española cargada de paquetes, mientras se probaba un collar de supuesta piedra jade.
Pero si en lo económico hubo apertura y reforma liberal, en lo político, el Gobierno y el Partido Comunista siguen manejando con pulso de hierro las riendas del sistema, una ortodoxia que conlleva dificultades en derechos humanos, trato a las minorías étnicas, libertad de expresión, de disentimiento y demás, al menos desde la óptica del ideal de las democracias occidentales.
'Hemos pasado de un sistema cerrado a uno abierto'
"Nuestro país ha experimentado un cambio profundo. Hemos convertido el sistema económico, basado en el modelo de la Unión Soviética, al actual sistema de economía social en el que el mercado juega un rol en la distribución de recursos. Hemos pasado de un sistema cerrado a uno abierto en todos los aspectos. La estructura social ha cambiado", dice Zhang.
Las cifras del cambio son aplastantes. La funcionaria repite de memoria que desde que arrancó la apertura y la reforma de Den, en 1978, la urbanización subió del 17 al 40 por ciento actual; la cantidad de pobres se redujo de 250 a 15 millones; la expectativa de vida aumentó de 68 a 73 años; el ingreso de la población se ha sextuplicado en la ciudad y en el campo, y otros datos descomunales que ponen de presente que la propiedad e iniciativa estatal se pueden mezclar con éxito con la economía de mercado.
La funcionaria no explicó si en la proyección a 50 años estaba que, por ejemplo, Pekín remplazará los viejos barrios por amplias avenidas repletas de autos que arrinconan a los ciclistas, o que la 'locura' de rascacielos de Shanghái la llevará a disputar el honor de ser el 'corazón financiero' de Asia. Lo que sí dejó en claro es que la prosperidad que se evidencia, y que aspiran a que llegue a más habitantes, especialmente rurales, fue disciplinadamente planeada y se debe a la continuidad de las políticas. Algo que, en los devaneos de la democracia occidental, quizás no se hubiera conseguido en apenas 30 años.
"Aprendimos que la práctica está primero que la teoría y debe dirigirla. Que los desarrollos económico y social deben ir de la mano, y que las reformas hay que hacerlas paso a paso, de lo fácil a lo difícil, del campo a la ciudad, diferentes tipos y grados de apertura, y no una reforma radical que quiera solucionarlo todo en breves plazos", reiteró Zhang.
No obstante, hay una sombra que inquieta: la crisis financiera mundial. Los más damnificados han sido sus principales mercados, es decir, Estados Unidos y Europa. Con la globalización, si el mundo baja su consumo, China siente el remezón.
Así lo reconoció el vicecanciller Li Jinzhang: "La crisis va a producir impactos negativos en China, pero estos son limitados y se pueden controlar. Si se tiene en cuenta el gran tamaño de la economía china, nuestra estabilización es un aporte a la salud de la economía mundial".
Sin embargo, el panorama se complica. Del magnífico 11,4 por ciento de crecimiento en el 2007, se podría caer al 8,5 que pronostica el Fondo Monetario Internacional para el 2009. A septiembre de este año había crecido 9,9. La subida de la producción industrial ha sido la más débil en siete años, la inversión extranjera también ha perdido vigor y las exportaciones e importaciones se han desacelerado.
El impacto de la crisis financiera mundial en China es "peor de lo previsto", admitió el jueves el primer ministro Wen Jiabao, cuatro días después del lanzamiento de un plan masivo de estímulo económico de 586 mil millones de dólares que serán invertidos en proyectos de impulso al consumo interno para compensar la caída de la demanda de los países desarrollados.
A pesar de esas cifras envidiables, a China le urge crecer a más del 8 por ciento, según los analistas. De lo contrario, sus proyecciones para los años que vienen, y para el 2028, cuando cumpla 50 años el proyecto de Deng, podrían sufrir serios tropiezos.
En el país hay confianza. Por eso, compran aviones a Brasil, beben vino chileno y cerveza Corona mexicana, pues quieren fomentar el consumo de productos con "valor agregado".
Pero del café colombiano quizás no hablar. El té chino, en todas sus formas, colores y sabores, difícilmente dejará de ser el rey.
Informe por EDUARD SOTO Por invitación del gobierno de la República Popular China
Fotos por Andres Vargas
No comments:
Post a Comment